Nuestra historia como guild arranca años atras, en tiempos de "The Burning Crusade", la versión anterior del wow. Al principio eramos 5 o 6 amigos que habíamos entrado para probar este juego que no conocíamos y poder jugar entre nosotros, por eso, la guild funcionó como un espacio donde poder hablar entre nosotros sin tener preocupaciones. Conforme todos llegamos al nivel 70 (el máximo en ese momento), comenzamos a raidear en Guarida de Gruul, Karazhan, pero al ser tan pocos solo nos podíamos limitar a avisarnos cuando había cupos libres o cuando alguien andaba armando algo.
En esta época, los objetos solo los podíamos conseguir por iniciativa propia, sin embargo nos apoyábamos entre nosotros para conseguir aquellos objetos que necesitáramos o simplemente para pasar el rato. Obviamente estábamos en clara desventaja con otros jugadores que tenían la posibilidad de ir con su hermandad, pero nos vimos ayudados por la modalidad de juego de esa versión: al no existir de cd de mazmorras, capaz que dedicábamos una jornada entera a matar una y otra vez a un boss para sacar el objeto que deseábamos.
Los distintos avatares de nuestra vida nos llevaron a abandonar el wow durante distintos períodos de tiempo; Y con la llegada de la nueva expansión de Blizzard, Wrath of the Litch King, volvimos a encontrar en el wow aquello que habíamos olvidado y las ganas de descubrir todo lo nuevo nos obligó a volver al eterno vicio. Ahí fue cuando tuvimos nuestro primer intento de apertura de la hermandad y incorporamos un par de personas ajenas a nosotros, que lamentablemente no funcionaron.
No era la primera vez que habíamos vuelto a jugar, pero ya no era todo color de rosa, las risas ya no eran las mismas y ya no sentíamos esa motivación para seguir jugando. Poco a poco todos fuimos dejando de jugar hasta que nadie más quedó, dando paso a nuestro período de inactividad más largo, hasta ahora.
Al cabo de un tiempo, nos volvimos a conectar, pero en otro servidor. Luego de esa nueva experiencia volvimos a experimentar el wow y recordamos los buenos tiempos. Y para cuando se rumoreaba que el reino blizz de ese servidor (donde jugábamos) iba a cerrar, no lo dudamos y retornamos a GPLP, pero esta más acompañados. Así es como comenzamos a subir nuevos personajes al nivel 80 y se nos unieron nuevos camaradas, hasta que se decidió pegar el salto.
Nosotros, como hermandad, vimos que aunque podíamos llegar a armar raids de 10 jugadores, no íbamos a poder terminar de equiparnos, salvo que abandonáramos nuestra casa virtual. Así que decidimos abrir nuestras puertas a aquellas personas que anden buscando gente con quien pasar el tiempo y equipar sus pj's. Gente que no vea a la hermandad como un lugar donde equiparse y nada más, sino como una experiencia donde se pueda conocer gente nueva y que le brinde cierta alegría a nuestras horas de juego.
En esta época, los objetos solo los podíamos conseguir por iniciativa propia, sin embargo nos apoyábamos entre nosotros para conseguir aquellos objetos que necesitáramos o simplemente para pasar el rato. Obviamente estábamos en clara desventaja con otros jugadores que tenían la posibilidad de ir con su hermandad, pero nos vimos ayudados por la modalidad de juego de esa versión: al no existir de cd de mazmorras, capaz que dedicábamos una jornada entera a matar una y otra vez a un boss para sacar el objeto que deseábamos.
Los distintos avatares de nuestra vida nos llevaron a abandonar el wow durante distintos períodos de tiempo; Y con la llegada de la nueva expansión de Blizzard, Wrath of the Litch King, volvimos a encontrar en el wow aquello que habíamos olvidado y las ganas de descubrir todo lo nuevo nos obligó a volver al eterno vicio. Ahí fue cuando tuvimos nuestro primer intento de apertura de la hermandad y incorporamos un par de personas ajenas a nosotros, que lamentablemente no funcionaron.
No era la primera vez que habíamos vuelto a jugar, pero ya no era todo color de rosa, las risas ya no eran las mismas y ya no sentíamos esa motivación para seguir jugando. Poco a poco todos fuimos dejando de jugar hasta que nadie más quedó, dando paso a nuestro período de inactividad más largo, hasta ahora.
Al cabo de un tiempo, nos volvimos a conectar, pero en otro servidor. Luego de esa nueva experiencia volvimos a experimentar el wow y recordamos los buenos tiempos. Y para cuando se rumoreaba que el reino blizz de ese servidor (donde jugábamos) iba a cerrar, no lo dudamos y retornamos a GPLP, pero esta más acompañados. Así es como comenzamos a subir nuevos personajes al nivel 80 y se nos unieron nuevos camaradas, hasta que se decidió pegar el salto.
Nosotros, como hermandad, vimos que aunque podíamos llegar a armar raids de 10 jugadores, no íbamos a poder terminar de equiparnos, salvo que abandonáramos nuestra casa virtual. Así que decidimos abrir nuestras puertas a aquellas personas que anden buscando gente con quien pasar el tiempo y equipar sus pj's. Gente que no vea a la hermandad como un lugar donde equiparse y nada más, sino como una experiencia donde se pueda conocer gente nueva y que le brinde cierta alegría a nuestras horas de juego.